lunes, 26 de febrero de 2007

No lo sacrifiques, el moquillo se trata...



Mi mamá, al igual que yo, está acostumbrada a darle comida a ciertos perritos que deambulan por las calles. Uno de éstos hizo de la puerta de mi residencia su nuevo hogar, pero siempre nos alarmó que tenía lagañas en los ojos de color verde, casi ni los podía abrir. Respiraba y se paraba con mucha dificultad y hasta con desgano a comer lo que le colocábamos, las últimas veces casi ni comía.

Nosotros tenemos un cocker spaniel de 8 años de edad. Es un perro muy curioso y sociable, llamado Simba. De pequeño tenía mal apetito, todo el mundo nos preguntaba si estaba enfermo, hasta que el veterinario nos dijo que no comía por manipularnos, ni lo más exquisito le apetecía, pero esta manía se le quitó cuando se hizo adulto y desde entonces no paraba de comer.

Simba se la pasaba debajo de la puerta oliendo y lamiendo a la perrita callejera. De pronto dejó él mismo de comer y comenzó con fiebre. Al llevarlo al veterinario le diagnosticaron previos análisis, ehrlichia, la enfermedad de la garrapata. Comenzamos con el tratamiento con doxiciclina (pastillas) pero nada que mejoraba, incluso con Imizol (inyectado), y no respondió.

Lo cambiamos de veterinario y al hacerle una placa descubrió que el perro tenía una úlcera sangrante causada por las pastillas, también tenía un tic nervioso en la cabeza y nos dijo que al perro le avanzó la enfermedad porque el tratamiento actual más eficaz es la doxiciclina pero inyectable, en cinco días garantizaba la mejoría, pero el tic era indicativo de que Simba además de ehrlichia, tenía moquillo, que afecta al sistema nervioso central, y sí, todo se lo contagió la perra callejera que alimentábamos, el contacto aunque no directo, era casi permanente.

El moquillo como muchos saben, es mortal, pero sí es posible que se salve el perro si a tiempo se atacan los síntomas y se dispone de un especialista con mucha experiencia. Además no es cierto, como me dijeron a mí (el primer veterinario), que la vacuna se coloca cuando son cachorros o cuando tienen contacto con la calle, porque se deben vacunar una vez al año, todos los años de su vida, salgan de paseo o no.

A Simba, ya enfermo, todo el tratamiento se le hizo vía intramuscular, se le puso ranitidina (úlcera), vitamina del complejo B (contra el tic), fluidificante y expectorante (flema), más la doxiciclina, le colocaron más de 50 inyecciones, como cinco diarias.

Lo importante es que los pulmones no colapsen con la flema porque de eso depende su vida.

Los días sucesivos fueron peores, tenía flema verde que le salía por la nariz y por los ojos. La córnea se le puso opaca y casi no veía, las lagañas eran terribles, todavía su apetito no mejoraba. Pero con insistencia superó todo.

Luego volvió a aparecer el tic nervioso, esta vez en la pata, se probó con vitaminas del complejo B y selenio con un medicamento que utilizan para los caballos de carrera cuando tienen problemas en el SNC, (Byodil).

Este mismo medicamento ya había dado resultados cuando tuvo el tic en la cabeza (parecía como si tuviera hipo) y nada. Lo que puedo decirles es que el perro quedó con su tic perenne, pero recobró el apetito, aún así seguía con mocos; su vista también mejoró, volvió el brillo a sus ojos.

Yo trabajo y cuando llegaba a casa lo veía muy normal, pero mi mamá decía que en mi ausencia el perro no dejaba de quejarse y aullar al lado de ella. Era verdad, el sonido atormentaba, más cuando uno piensa que es porque el perro estaba mal. Entonces TODOS me aconsejaban que lo sacrificara, porque estaba sufriendo, pero algo me decía que no lo hiciera, me peleé con mi familia y todo.

El doctor rehusaba a sacrificarlo, un día hasta Simba estuvo en observación en su casa y no se quejó, entonces se llegó a la conclusión de que el perro estaba nervioso, no se acostumbraba a su nueva situación con la pata que no dejaba de movérsele.

Le hicimos terapia de todo tipo, pero la patita se le fue adelgazando, se caía mucho y hoy por hoy luego de estar mucho tiempo durmiendo, le causa problemas pararse y andar como antes.

Sin embargo, todo pasó, el perro se tranquilizó y hemos vuelto a ser felices en la casa, ya se acostumbró a su tic, pero a veces como que se le olvida su limitación e intenta subirse a las camas y los muebles como antes, cosa que ya no puede hacer.


La moraleja de esta anécdota es que siempre hay esperanzas, no debemos sacrificar a nuestros animales sin intentar muchas cosas, no debemos escatimar en gastos y cuidados. Sé que Simba es feliz otra vez, a veces afinca su pata, siempre juega pelota, sale de paseo y juega con nuestro otro perro, Vagabundo. Así que busquen un buen especialista y ante todo recuerden que el MOQUILLO no es tan letal como lo pintan si se trata a tiempo sí hay esperanzas. Ante todo gracias a Dios y a mi novio Johan por darme fuerzas y medios para perseverar en esta batalla ganada.