Un letrero apostado en la entrada al Hato El Cedral, Campamento Matiyure, te da el anticipo a tu excitante estadía: “7.2 Km de bienvenida”…acto seguido comienza el desfile de chiguiritos y chiguirotes. Siempre he visto estos animalitos en TV, en los platos en mi casa en Semana Santa (yo nunca he comido) pero no así, en vivo y directo. Los machos tienen una protuberancia sobre la nariz, la cual expele un olor atrayente a la hembra para su apareamiento.
Son como roedores gigantes (herbívoros), de hecho no te sorprendas si ves que tienen muchas heridas, es que ellos se pelean por las chiguiras y se sacan los pedazos de piel y pelos. Sus dientes son como los de una rata, pero gigantes. Los chipilines hacen unos soniditos muy cuchis; los grandes son tranquilos, se les ve relajados (incluso al lado de las babas y cocodrilos) y entrando y saliendo al agua y al pantano. Por el camino también verán muchas pelotitas, montones, diría yo, que son sus heces. Ellos están en peligro de extinción, por eso autoridades del MPP Ambiente se dan una pasadita por allá y los cuentan para estimar la cantidad que se puede “beneficiar” en la Semana Mayor, pero matan a los machos (y a las hembras después de cierta edad, mayores de cuatro años, si mal no recuerdo).
Luego el paisaje llanero en pleno…agua, lagunas, vegetación llanera, plaga, calor…desde la entrada se avizoran cientos de aves (existen más de 364 especies allí) y los cornetazos a bordo del camión que hace los paseos, invitan a las toninas a saludar (son rosadas pero la luz del sol te impide apreciarlas en todo su esplendor). Te advierten que no te acerques a la orilla de lo que en invierno es un río y en verano sólo terreno, porque las babas acechan.
Son tantas las aves que hay que no logré a memorizar muchos nombres más allá de la cigüeña (al fin vi una en vivo); cari cari, lechuza, alcaraván (por la canción de Simón Díaz), águilas, paraulatas, garzas blancas, patos, tiger head…y ya no recuerdo. Pero sin duda una de las que más me sorprendió fue una prehistórica (tampoco sé el nombre), que según cuentan tiene dos estómagos, característica que no le ha permitido extinguirse. Es muy rara, con un super copete, marrón y corpulenta. Mientras llovía ella se colocó encima de sus pichones para protegerlos. No tengo fotos porque mi zoom no llegó hasta allá, yo la vi con binoculares, pero ¡qué emocionante!
Lo que más nos gustó fue el paseo en lancha, pero quedamos con ganas de bañarnos o meter las manos por el calor, pero qué va, no podíamos por los caribes, las babas y cocodrilos.
Presenciamos cómo alimentaban a las babas con carne y pudimos ver casi al lado de la lancha la fuerza que tienen, el sonido que hacían con sus super mandíbulas y sus movimientos calculadores. Pescaron caribes, digo pescaron porque yo sólo me quedé para las fotos. De mis compañeros de viaje, Sofía, Darvin, mi Godi y yo, sólo Sofi pudo llevarse su cena. Por cierto los caribes saben bien, muchos dijeron que como a pollo, yo sólo sé que no saben como los de mar y tienen muchas espinas.
También vimos como un águila fue en busca, haciendo un brusco descenso, de un caribe que le lanzamos, el cual divisó desde las alturas y vaya que estaba lejos.
Nos encantó el atardecer, con estas fotos magníficas que pueden ver. El ganado, los caballitos del diablo y esa luz espectacular que bañaba todo cuando el sol se estaba ocultando y las aves bajaban para irse a sus nidos a pasar la noche sobrevolando el ganado.
Sofía y Darvin se tomaron fotos con la anaconda que mide 5 metros, la cual sacaron también de entre los matorrales. Guácala! Pero qué fino…
En el paseo nocturno vimos los ejemplares de cocodrilos más enormes, pues salen de noche. Sacaron una babita y la pudimos tocar, vimos zorros y osos hormigueros.
De El Cedral puedo decir que la comida tipo self service es muy buena y variada y para los comelones es ideal porque puedes repetir. Todas las bebidas están incluidas, menos las “refrescantes”, como diría mi amigo Darvin. Ahhh quienes cocinan posaron para la foto de la cámara de Darvin y en lugar de whisky dijeron: “Mercal”.
Las habitaciones son dobles, con baños amplios, aseadas y colchones en buen estado, pero todo es muy campestre, la decoración es propia de las casa tipo country. Hay piscina afuera y aunque es pequeña la gente se baña, me quedé con las ganas, pero nadie me quiso acompañar y por eso no me bañé allí.
Van muchos extranjeros que quedan encantados con la belleza natural, pero en realidad van personas de todas partes de Venezuela, pero eso sí, prevenidos a echar rueda porque queda en Apure, cerca de Mantecal y cada paseo es más de una hora en las gandolas habilitadas con sus asientos.
No nos podemos quejar de los guías, en especial por la paciencia de Rafael (bilingüe), Víctor y…quien nos contó historias insólitas, las cuales no son de extrañar por los 24 hijos y 48 nietos que tiene. Me picó una culebra y tenía que guardar reposo, nada de aquello, pero qué va pasaron quince días y no aguanté, me robé las llaves del cuarto de mi mujer, a quien mi mamá tenía encerrada y bueno, luego del “encuentro” me estaba muriendo (risas).
En sus cuerpos había marcas de caribes y cocodrilos, como diría una de las viajeras, “toda la fauna dejó rastros en su piel”.
Y al llegar la noche todas las aves están ya en sus nidos, sobre los árboles que hay en el hato, parecen bambalinas de navidad. En la mañana el rocío y las plumas sobre la grama abundan…ahhh eso sí, para quienes tienen un sueño sensible, les recomiendo dormir temprano porque a eso de las 4 a.m. o antes las aves y los araguatos empiezan con sus graznidos y alaridos, felices porque Dios les permite disfrutar del amanecer y con él, de un nuevo día llanero.
La Gran Sabana me hechizó por su belleza natural, sus paisajes, los misterios de sus tepuyes, sus cascadas, el llano por su fauna y por sus paisajes, planicies extensas que en invierno tienen agua y en verano se secan, lo que obliga a todos los animalitos a emigrar para donde se vaya el agua, todos como en una marcha, como si partieran al arca de Noé para pasar estos duros días.
Que Dios me permita seguir conociendo nuestro país y quedar fascinada con todo lo que pueda ver para luego contar a quien me quiera leer, sé que ya hay algunos que se quejan de que es “muy largo para Internet” pero recuerden que yo trabajaba en un periódico y ahora no, pero igual acostumbro a escribir como si fuese para impresos para sentirme una periodista de verdad.
Son como roedores gigantes (herbívoros), de hecho no te sorprendas si ves que tienen muchas heridas, es que ellos se pelean por las chiguiras y se sacan los pedazos de piel y pelos. Sus dientes son como los de una rata, pero gigantes. Los chipilines hacen unos soniditos muy cuchis; los grandes son tranquilos, se les ve relajados (incluso al lado de las babas y cocodrilos) y entrando y saliendo al agua y al pantano. Por el camino también verán muchas pelotitas, montones, diría yo, que son sus heces. Ellos están en peligro de extinción, por eso autoridades del MPP Ambiente se dan una pasadita por allá y los cuentan para estimar la cantidad que se puede “beneficiar” en la Semana Mayor, pero matan a los machos (y a las hembras después de cierta edad, mayores de cuatro años, si mal no recuerdo).
Luego el paisaje llanero en pleno…agua, lagunas, vegetación llanera, plaga, calor…desde la entrada se avizoran cientos de aves (existen más de 364 especies allí) y los cornetazos a bordo del camión que hace los paseos, invitan a las toninas a saludar (son rosadas pero la luz del sol te impide apreciarlas en todo su esplendor). Te advierten que no te acerques a la orilla de lo que en invierno es un río y en verano sólo terreno, porque las babas acechan.
Son tantas las aves que hay que no logré a memorizar muchos nombres más allá de la cigüeña (al fin vi una en vivo); cari cari, lechuza, alcaraván (por la canción de Simón Díaz), águilas, paraulatas, garzas blancas, patos, tiger head…y ya no recuerdo. Pero sin duda una de las que más me sorprendió fue una prehistórica (tampoco sé el nombre), que según cuentan tiene dos estómagos, característica que no le ha permitido extinguirse. Es muy rara, con un super copete, marrón y corpulenta. Mientras llovía ella se colocó encima de sus pichones para protegerlos. No tengo fotos porque mi zoom no llegó hasta allá, yo la vi con binoculares, pero ¡qué emocionante!
Lo que más nos gustó fue el paseo en lancha, pero quedamos con ganas de bañarnos o meter las manos por el calor, pero qué va, no podíamos por los caribes, las babas y cocodrilos.
Presenciamos cómo alimentaban a las babas con carne y pudimos ver casi al lado de la lancha la fuerza que tienen, el sonido que hacían con sus super mandíbulas y sus movimientos calculadores. Pescaron caribes, digo pescaron porque yo sólo me quedé para las fotos. De mis compañeros de viaje, Sofía, Darvin, mi Godi y yo, sólo Sofi pudo llevarse su cena. Por cierto los caribes saben bien, muchos dijeron que como a pollo, yo sólo sé que no saben como los de mar y tienen muchas espinas.
También vimos como un águila fue en busca, haciendo un brusco descenso, de un caribe que le lanzamos, el cual divisó desde las alturas y vaya que estaba lejos.
Nos encantó el atardecer, con estas fotos magníficas que pueden ver. El ganado, los caballitos del diablo y esa luz espectacular que bañaba todo cuando el sol se estaba ocultando y las aves bajaban para irse a sus nidos a pasar la noche sobrevolando el ganado.
Sofía y Darvin se tomaron fotos con la anaconda que mide 5 metros, la cual sacaron también de entre los matorrales. Guácala! Pero qué fino…
En el paseo nocturno vimos los ejemplares de cocodrilos más enormes, pues salen de noche. Sacaron una babita y la pudimos tocar, vimos zorros y osos hormigueros.
De El Cedral puedo decir que la comida tipo self service es muy buena y variada y para los comelones es ideal porque puedes repetir. Todas las bebidas están incluidas, menos las “refrescantes”, como diría mi amigo Darvin. Ahhh quienes cocinan posaron para la foto de la cámara de Darvin y en lugar de whisky dijeron: “Mercal”.
Las habitaciones son dobles, con baños amplios, aseadas y colchones en buen estado, pero todo es muy campestre, la decoración es propia de las casa tipo country. Hay piscina afuera y aunque es pequeña la gente se baña, me quedé con las ganas, pero nadie me quiso acompañar y por eso no me bañé allí.
Van muchos extranjeros que quedan encantados con la belleza natural, pero en realidad van personas de todas partes de Venezuela, pero eso sí, prevenidos a echar rueda porque queda en Apure, cerca de Mantecal y cada paseo es más de una hora en las gandolas habilitadas con sus asientos.
No nos podemos quejar de los guías, en especial por la paciencia de Rafael (bilingüe), Víctor y…quien nos contó historias insólitas, las cuales no son de extrañar por los 24 hijos y 48 nietos que tiene. Me picó una culebra y tenía que guardar reposo, nada de aquello, pero qué va pasaron quince días y no aguanté, me robé las llaves del cuarto de mi mujer, a quien mi mamá tenía encerrada y bueno, luego del “encuentro” me estaba muriendo (risas).
En sus cuerpos había marcas de caribes y cocodrilos, como diría una de las viajeras, “toda la fauna dejó rastros en su piel”.
Y al llegar la noche todas las aves están ya en sus nidos, sobre los árboles que hay en el hato, parecen bambalinas de navidad. En la mañana el rocío y las plumas sobre la grama abundan…ahhh eso sí, para quienes tienen un sueño sensible, les recomiendo dormir temprano porque a eso de las 4 a.m. o antes las aves y los araguatos empiezan con sus graznidos y alaridos, felices porque Dios les permite disfrutar del amanecer y con él, de un nuevo día llanero.
La Gran Sabana me hechizó por su belleza natural, sus paisajes, los misterios de sus tepuyes, sus cascadas, el llano por su fauna y por sus paisajes, planicies extensas que en invierno tienen agua y en verano se secan, lo que obliga a todos los animalitos a emigrar para donde se vaya el agua, todos como en una marcha, como si partieran al arca de Noé para pasar estos duros días.
Que Dios me permita seguir conociendo nuestro país y quedar fascinada con todo lo que pueda ver para luego contar a quien me quiera leer, sé que ya hay algunos que se quejan de que es “muy largo para Internet” pero recuerden que yo trabajaba en un periódico y ahora no, pero igual acostumbro a escribir como si fuese para impresos para sentirme una periodista de verdad.